Generalmente
decir: “hacerse la carta natal” es una forma de decir (para mí): "voy a echar un
vistazo", voy a ver que me puede aportar, que me puede decir, esta cosa tan
misteriosa que es la astrología o el astrólogo, persona estudiosa de los cielos
(en el mejor de los casos). Una posición más bien expectante, pasiva,
observadora, alerta, hasta de cierta manera desconfiada si es que no hay mucha
experiencia sobre lo que puede pasar.

Por otro
lado, se podría decir: “voy a trabajar con mi carta natal”. Ahí ya hay otra
posición con respecto a lo que puede dar la astrología o el astrólogo. Hay una
posibilidad, un observar también pero un poco más participativo. Ya se
vislumbra a la carta natal como una herramienta, como un mapa que puede
guiarnos sobre mundos energéticos e invisibles como son la propia psiquis, nuestros
vínculos y los momentos de la vida.
El supuesto
saber que se le adjudica al astrólogo es bueno discriminarlo: por un lado tiene
conocimiento sobre cómo interpretar un mapa astrológico, sus elementos y la
información que puede surgir de ellos. Como es un lenguaje simbólico, la carta
astrológica es un mapa, un mapa de energías y como se dice en mapa no es el
territorio. La carta no es la persona que viene a consultar. No es que a
priori, el astrólogo sabe todo sobre la persona, hasta su más intimo
secreto…no, a veces se proyecta ese miedo en el poder de saber del astrólogo.
Esa
proyección en la cual se puede depositar las preguntas más metafísicas o más
dubitativas sobre el futuro o sobre lo que vendrá, sobreestiman las
posibilidades de la herramienta y caerán en saco roto desde mi punto de vista.
Hay respuestas, pero también provocan más preguntas, abren posibilidades, no las
cierran. Y esto puede ser incomodo para alguien que busca que externamente
aparezcan certezas que tranquilicen. Poner todo el poder en el otro, en que va
a saber algo que me condicione o me sugestiones, es peligroso esperar eso, se
puede generar una dependencia incapacitante. Nos puede pasar con los médicos,
con los psicólogos o con cualquier persona que proyectemos un conocimiento
desmesurado o idealizado.

En cambio,
en un encuentro con la carta natal, hay una exploración, una observación de uno
mismo, de tratar de ser más conscientes, de hacernos responsables de nuestras
decisiones. Hacerse la carta natal o trabajar con ella no se circunscribe a una
sola mirada, puede haber más de una, debería haber más. Porque la carta
podríamos decir que está viva, ya que refleja lo que somos y si nosotros
estamos vivos, la carta nos acompaña. Cambia nuestro punto de vista y cambia lo
que la carta nos muestra. Tiene muchos niveles de contenido, de sutiles recovecos
que se van revelando a medida que vamos relacionando distintos puntos que
creíamos inconexos. La carta natal se puede investigar y trabajar toda la vida,
es tan profunda como nos animemos a explorarla.
Propongo el trabajo conjunto entre el consultante y el
astrólogo me parece que es la mejor estrategia. (continuará)
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